Aprovechando la confusión y el
movimiento que hubo en el hormiguero cuando la reina salió a la superficie,
nuestra hormiga fue corriendo detrás de la formación de soldados y salió con
ellos. Como era más o menos del mismo tamaño nadie se fijó en que ella no
pertenecía a ese grupo.
A pocos pasos de la salida del
hormiguero estaba su reina rodeada por sus compañeras enfrente de otro puñado
de hormigas extranjeras. Tendría que ir con cuidado si no quería que la
descubrieran: iba a recoger un par de cáscaras de pipas. Solo un par. Era
necesario que lo hiciera, no sabía muy bien por qué, pero era necesario.
Así que poco a poco fue distanciándose
de su casa y aprovechando las piedras para esconderse se dirigió hacia la
montaña de madera. Cuando estaba suficientemente lejos echó a correr tan rápido
como se lo permitieron sus patas rezando para no encontrarse con otro insecto
por el camino.
Ahí estaba su preciado tesoro esparcido
por el suelo. Se acercó a una de las cáscaras, miró hacia todos lados
asegurándose de que estaba sola, la cogió y respiró hondo. Sus compañeras
seguro que se caerían de espaldas en cuanto la olieran.
-¿Qué estás haciendo?
La hormiga asustada pegó un brinco y
tiró la cáscara. Encima de ella había una pequeña mariposa monarca revoloteando
que no paraba de mirarla con los ojos muy muy abiertos, sin parpadear.
-¡Me has asustado! –dijo gritando lo más
bajito que pudo y agitando un puño en el aire.
-¡Lo siento, no era mi intención!
-¡Sssh!
-¡Perdona!
-¡SSSH! –la hormiga miraba hacia todos
lados asegurándose de que no había nadie más. – ¡Vas a delatar mi posición!
¡Cállate y vete de aquí!
La mariposa se tapó la boca y se apoyó
en una de las patas de la montaña de madera. –Perdona no sabía que era una
misión secreta ¿trabajas para la colonia nueva?
-¿Qué? ¡No! Estoy recogiendo las… ¡Pero
qué hago dándole explicaciones a una mariposa! ¿Qué haces tú aquí, eh? ¿Qué
hace una mariposa por ahí paseándose a estas horas? ¿Me estás espiando? ¡Cómo
me estés espiando te arrancaré las antenas y me haré una bufanda con tus alas!
-¡No, por favor! ¡Las alas no! –la
mariposa comenzó a hacer pucheros y antes de que empezara a llorar la hormiga
intentó tranquilizarla. Las mariposas son tan sensibles…
-Está bien, está bien, no te haré nada.
¿Así que no me estás espiando?
-Pues claro que no… –contestó
sorbiéndose los mocos la mariposa – Es que… ¡me voy de viaje!
De repente se puso tan contenta que echó
a volar alrededor de la hormiga, sin acercarse mucho, haciendo figuras en el
aire.
La hormiga pensó que la pobre mariposa
tendría algún problema –Ya… Qué bien, me alegro, me alegro mucho por ti. Ahora
si me disculpas tengo cosas que hacer.
-Claro, claro, no te molesto más.
La hormiga examinaba las cáscaras y la
mariposa volaba justo a su espalda observando lo que hacía.
-Te… te importa parar… -el sonido del
revoloteo de la mariposa la estaba poniendo nerviosa.
-Oh, claro. Sin problema. –la mariposa
se posó en el suelo y siguió detrás de la hormiga.
-¿No te ibas de viaje? –preguntó la hormiga
irritada con una cáscara en la espalda.
-¡Si! Es un viaje muy largo, lo hacemos
todas, es como una tradición de familia o algo así, no lo sé muy bien. Pero me
han contado que se ve mucho mundo y conoces muchos insectos.
-Qué bien. –la hormiga inspeccionaba
otra de las cáscaras sin hacer mucho caso a la mariposa.
-Pero… pero me da un poco de miedo
porque… porque es… porque es un viaje muy largo y es… me da miedo porque es un
poco peligroso y las probabilidades de que vuelva a mi casa pues bueno… -la mariposa
estaba tan nerviosa que reía de vez en cuando y a la hormiga le dio pena.
-Si no quieres hacerlo ¿por qué te vas
de viaje?
La mariposa miró triste las cáscaras de
pipas en el suelo –No lo sé. Tengo que hacerlo, todo el mundo lo hace.
La hormiga también miró pensativa su
preciado tesoro.
-Así que me he propuesto hacer un amigo
para que cuando vuelva tenga alguien a quien visitar y contar mis aventuras.
–dijo la pequeña mariposa con una sonrisa muy forzada.
-Pues… pues aquí estaré. – respondió la
hormiga señalando las cáscaras y la mariposa comenzó a dar pequeños saltitos de
alegría que le recordaron a su amiga hormiga gemela. – O eso espero.
La mariposa y la hormiga reían nerviosas
cuando de repente la hormiga sintió unos pasos.
-Vete.
-¿Qué?
-¡Vete de aquí! ¡Corre! ¡Vuela!
La mariposa asustada echó a volar y se
escondió en la montaña de madera.
Lasalle llegó corriendo y agarró a la
hormiga de la pata. -¿Qué demonios estás haciendo aquí?
-Estoy haciendo mi trabajo. –la hormiga
agitó una de las cáscaras en el aire.
La soldado tiró de ella, le arrancó la cáscara
de las manos y se la puso encima –Agáchate y no te muevas ¡No te muevas!
El olor de la pipa era tan intenso que
creía que estaba en el cielo. Lasalle cogió otra cáscara y se escondió
rápidamente a su lado.
La líder de la colonia del árbol seguida
de las soldados pasó entre las cáscaras de pipas, a pocos centímetros de aquellas
bajo las que estaban escondidas. Nuestra hormiga estaba tan tensa que contuvo
la respiración hasta que ya sintió los pasos muy lejos.
-No nos han visto. –susurró Lasalle.
-Creo que me estoy mareando. –la hormiga
estaba tan nerviosa porque no las descubrieran y a la vez tan feliz por el
delicioso olor que desprendía la cáscara…
Una exploradora del árbol volvió otra
vez y curiosa toqueteó con las antenas una de las cáscaras de pipas. Nuestra
hormiga abrió las pinzas bajo su escondite y Lasalle estaba listo para salir al
ataque en cualquier momento.
-¡EH! –llamó a una compañera mientras
cogía la cáscara y seguía dándole golpecitos. Otra exploradora llegó corriendo
hasta su posición.- ¡Mira lo que he encontrado!
-¿Qué es? –la exploradora se paseaba por
las cáscaras toqueteándolas todas con las antenas.
-No lo sé, pero mira cómo huele. Huele
muy bien. –respiró hondo –Huele bien, pero que muy bien.
La exploradora paró delante de la
cáscara de nuestra hormiga dispuesta a cogerla y olisquearla como su compañera.
Lasalle esperaba atenta, en cuanto tocara la cáscara acabaría con ellas y
seguramente la loca de las pipas a punto de reventar de rabia que tenía al lado
lo haría primero.
-¿Qué estáis haciendo?
Las exploradoras miraron al cielo y la
pequeña mariposa monarca revoloteaba sobre sus cabezas.
-Métete en tus asuntos, Colores.
-Eso, Colores. Vete a chupar néctar.
-Eso, néctar.
Las exploradoras se rieron y nuestra
hormiga no sabía si el calor que tenía era de estar escondida, porque tocaran
sus cáscaras o por las burlas a su amiga voladora.
La mariposa se apoyó en la montaña de
madera. –Está bien, está bien. Seguid a lo vuestro con esos chismes… Supongo
que no os interesa el caramelo…
Las exploradoras al oír “caramelo”
soltaron las cáscaras y fueron hacia la mariposa. -¿Qué caramelo?
-Oh, nada del otro mundo. Un caramelo de
esos que los humanos van chupando por la calle con un tallo blanco.
Las exploradoras se miraron y dijeron al
unísono -¡Guíanos por favor!
La mariposa miró de reojo a las cáscaras
y rápidamente contestó a las hormigas –Por supuesto señoritas, síganme por
favor.
La mariposa echó a volar seguida de las
exploradoras directa hacia el otro lado del parque. Cuando estuvieron bien
lejos, las hormigas salieron de su escondite.
-No me lo puedo creer. –decía Lasalle
rascándose la cabeza.
Nuestra hormiga estaba tan embriagada por
el olor que caminaba haciendo eses entre las cáscaras de pipas. Llegó a una que
le gustó, la cogió y se la colocó sobre la espalda. –Lo sé, una mariposa nos ha
salvado. Pero puedes estar tranquila que yo sssh… -la hormiga se colocó una
pata entra las mandíbulas y cerró los ojos.
-¿No te das cuenta? Las cáscaras nos han
protegido, no sé cómo, pero lo han hecho -Lasalle cogió dos cáscaras y se las
puso en la espalda también.
-Ha sido la magia de la amistad. Esa
mariposa es mi amiga y cuando vuelva nos contará sus aventuras y estoy muy
orgullosa de ella. Es mi mejor amiga. –Lasalle no pudo contener la risa al ver
a su compañera en ese estado tras oler tanto tiempo la cáscara de pipa. Las
exploradoras son tan sensibles… –Y ahora tú tranquila, yo te llevo a casa sana
y salva. Sígueme. Por aquí.
Por el camino Lasalle preguntó a su
compañera que iba delante -¿Es verdad que hay un caramelo?
Nuestra hormiga paró de andar y miró a
Lasalle a los ojos. Tras unos segundos se empezó a reír a carcajadas y siguió
caminando.