domingo, 6 de noviembre de 2016

5. Cáscaras de pipas

Aprovechando la confusión y el movimiento que hubo en el hormiguero cuando la reina salió a la superficie, nuestra hormiga fue corriendo detrás de la formación de soldados y salió con ellos. Como era más o menos del mismo tamaño nadie se fijó en que ella no pertenecía a ese grupo.
A pocos pasos de la salida del hormiguero estaba su reina rodeada por sus compañeras enfrente de otro puñado de hormigas extranjeras. Tendría que ir con cuidado si no quería que la descubrieran: iba a recoger un par de cáscaras de pipas. Solo un par. Era necesario que lo hiciera, no sabía muy bien por qué, pero era necesario.
Así que poco a poco fue distanciándose de su casa y aprovechando las piedras para esconderse se dirigió hacia la montaña de madera. Cuando estaba suficientemente lejos echó a correr tan rápido como se lo permitieron sus patas rezando para no encontrarse con otro insecto por el camino.
Ahí estaba su preciado tesoro esparcido por el suelo. Se acercó a una de las cáscaras, miró hacia todos lados asegurándose de que estaba sola, la cogió y respiró hondo. Sus compañeras seguro que se caerían de espaldas en cuanto la olieran.
-¿Qué estás haciendo?
La hormiga asustada pegó un brinco y tiró la cáscara. Encima de ella había una pequeña mariposa monarca revoloteando que no paraba de mirarla con los ojos muy muy abiertos, sin parpadear.
-¡Me has asustado! –dijo gritando lo más bajito que pudo y agitando un puño en el aire.
-¡Lo siento, no era mi intención!
-¡Sssh!
-¡Perdona!
-¡SSSH! –la hormiga miraba hacia todos lados asegurándose de que no había nadie más. – ¡Vas a delatar mi posición! ¡Cállate y vete de aquí!
La mariposa se tapó la boca y se apoyó en una de las patas de la montaña de madera. –Perdona no sabía que era una misión secreta ¿trabajas para la colonia nueva?
-¿Qué? ¡No! Estoy recogiendo las… ¡Pero qué hago dándole explicaciones a una mariposa! ¿Qué haces tú aquí, eh? ¿Qué hace una mariposa por ahí paseándose a estas horas? ¿Me estás espiando? ¡Cómo me estés espiando te arrancaré las antenas y me haré una bufanda con tus alas!
-¡No, por favor! ¡Las alas no! –la mariposa comenzó a hacer pucheros y antes de que empezara a llorar la hormiga intentó tranquilizarla. Las mariposas son tan sensibles…
-Está bien, está bien, no te haré nada. ¿Así que no me estás espiando?
-Pues claro que no… –contestó sorbiéndose los mocos la mariposa – Es que… ¡me voy de viaje!
De repente se puso tan contenta que echó a volar alrededor de la hormiga, sin acercarse mucho, haciendo figuras en el aire.
La hormiga pensó que la pobre mariposa tendría algún problema –Ya… Qué bien, me alegro, me alegro mucho por ti. Ahora si me disculpas tengo cosas que hacer.
-Claro, claro, no te molesto más.
La hormiga examinaba las cáscaras y la mariposa volaba justo a su espalda observando lo que hacía.
-Te… te importa parar… -el sonido del revoloteo de la mariposa la estaba poniendo nerviosa.
-Oh, claro. Sin problema. –la mariposa se posó en el suelo y siguió detrás de la hormiga.
-¿No te ibas de viaje? –preguntó la hormiga irritada con una cáscara en la espalda.
-¡Si! Es un viaje muy largo, lo hacemos todas, es como una tradición de familia o algo así, no lo sé muy bien. Pero me han contado que se ve mucho mundo y conoces muchos insectos.
-Qué bien. –la hormiga inspeccionaba otra de las cáscaras sin hacer mucho caso a la mariposa.
-Pero… pero me da un poco de miedo porque… porque es… porque es un viaje muy largo y es… me da miedo porque es un poco peligroso y las probabilidades de que vuelva a mi casa pues bueno… -la mariposa estaba tan nerviosa que reía de vez en cuando y a la hormiga le dio pena.
-Si no quieres hacerlo ¿por qué te vas de viaje?
La mariposa miró triste las cáscaras de pipas en el suelo –No lo sé. Tengo que hacerlo, todo el mundo lo hace.
La hormiga también miró pensativa su preciado tesoro.
-Así que me he propuesto hacer un amigo para que cuando vuelva tenga alguien a quien visitar y contar mis aventuras. –dijo la pequeña mariposa con una sonrisa muy forzada.
-Pues… pues aquí estaré. – respondió la hormiga señalando las cáscaras y la mariposa comenzó a dar pequeños saltitos de alegría que le recordaron a su amiga hormiga gemela. – O eso espero.
La mariposa y la hormiga reían nerviosas cuando de repente la hormiga sintió unos pasos.
-Vete.
-¿Qué?
-¡Vete de aquí! ¡Corre! ¡Vuela!
La mariposa asustada echó a volar y se escondió en la montaña de madera.
Lasalle llegó corriendo y agarró a la hormiga de la pata. -¿Qué demonios estás haciendo aquí?
-Estoy haciendo mi trabajo. –la hormiga agitó una de las cáscaras en el aire.
La soldado tiró de ella, le arrancó la cáscara de las manos y se la puso encima –Agáchate y no te muevas ¡No te muevas!
El olor de la pipa era tan intenso que creía que estaba en el cielo. Lasalle cogió otra cáscara y se escondió rápidamente a su lado.
La líder de la colonia del árbol seguida de las soldados pasó entre las cáscaras de pipas, a pocos centímetros de aquellas bajo las que estaban escondidas. Nuestra hormiga estaba tan tensa que contuvo la respiración hasta que ya sintió los pasos muy lejos.
-No nos han visto. –susurró Lasalle.
-Creo que me estoy mareando. –la hormiga estaba tan nerviosa porque no las descubrieran y a la vez tan feliz por el delicioso olor que desprendía la cáscara…
Una exploradora del árbol volvió otra vez y curiosa toqueteó con las antenas una de las cáscaras de pipas. Nuestra hormiga abrió las pinzas bajo su escondite y Lasalle estaba listo para salir al ataque en cualquier momento.
-¡EH! –llamó a una compañera mientras cogía la cáscara y seguía dándole golpecitos. Otra exploradora llegó corriendo hasta su posición.- ¡Mira lo que he encontrado!
-¿Qué es? –la exploradora se paseaba por las cáscaras toqueteándolas todas con las antenas.
-No lo sé, pero mira cómo huele. Huele muy bien. –respiró hondo –Huele bien, pero que muy bien.
La exploradora paró delante de la cáscara de nuestra hormiga dispuesta a cogerla y olisquearla como su compañera. Lasalle esperaba atenta, en cuanto tocara la cáscara acabaría con ellas y seguramente la loca de las pipas a punto de reventar de rabia que tenía al lado lo haría primero.
-¿Qué estáis haciendo?
Las exploradoras miraron al cielo y la pequeña mariposa monarca revoloteaba sobre sus cabezas.
-Métete en tus asuntos, Colores.
-Eso, Colores. Vete a chupar néctar.
-Eso, néctar.
Las exploradoras se rieron y nuestra hormiga no sabía si el calor que tenía era de estar escondida, porque tocaran sus cáscaras o por las burlas a su amiga voladora.
La mariposa se apoyó en la montaña de madera. –Está bien, está bien. Seguid a lo vuestro con esos chismes… Supongo que no os interesa el caramelo…
Las exploradoras al oír “caramelo” soltaron las cáscaras y fueron hacia la mariposa. -¿Qué caramelo?  
-Oh, nada del otro mundo. Un caramelo de esos que los humanos van chupando por la calle con un tallo blanco.
Las exploradoras se miraron y dijeron al unísono -¡Guíanos por favor!
La mariposa miró de reojo a las cáscaras y rápidamente contestó a las hormigas –Por supuesto señoritas, síganme por favor.
La mariposa echó a volar seguida de las exploradoras directa hacia el otro lado del parque. Cuando estuvieron bien lejos, las hormigas salieron de su escondite.
-No me lo puedo creer. –decía Lasalle rascándose la cabeza.
Nuestra hormiga estaba tan embriagada por el olor que caminaba haciendo eses entre las cáscaras de pipas. Llegó a una que le gustó, la cogió y se la colocó sobre la espalda. –Lo sé, una mariposa nos ha salvado. Pero puedes estar tranquila que yo sssh… -la hormiga se colocó una pata entra las mandíbulas y cerró los ojos.
-¿No te das cuenta? Las cáscaras nos han protegido, no sé cómo, pero lo han hecho -Lasalle cogió dos cáscaras y se las puso en la espalda también.
-Ha sido la magia de la amistad. Esa mariposa es mi amiga y cuando vuelva nos contará sus aventuras y estoy muy orgullosa de ella. Es mi mejor amiga. –Lasalle no pudo contener la risa al ver a su compañera en ese estado tras oler tanto tiempo la cáscara de pipa. Las exploradoras son tan sensibles… –Y ahora tú tranquila, yo te llevo a casa sana y salva. Sígueme. Por aquí.



Por el camino Lasalle preguntó a su compañera que iba delante -¿Es verdad que hay un caramelo?

Nuestra hormiga paró de andar y miró a Lasalle a los ojos. Tras unos segundos se empezó a reír a carcajadas y siguió caminando.

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