Las hormigas salieron de su casa en el piso 22 sin perder un
segundo. Tenían tantas ganas de llegar a las cáscaras de pipas que por los
pasillos, algunas de sus compañeras les preguntaban adónde iban con tanta
prisa.
-¡Luego te cuento! –contestaba una de las hormigas gemelas
sin perder de vista a sus amigas que iban tan rápido que le era difícil
seguirlas.
Al final llegaron a la puerta de la sala del piso 23 donde
estaban dos hormigas custodiando la entrada.
-¿Qué vamos a hacer? ¿Nos van a dejar pasar sin más?
-Dejadme hablar a mí –dijo nuestra hormiga. Aquellas eran
compañeras suyas y, aunque eran más grandes y tenían la cara avinagrada, seguro
que no tendrían problema en dejarles pasar un minutito para oler las cáscaras.
-¡Hola muy buenas! ¿Cómo estáis? –Las gemelas agacharon sus
antenas y se escondieron detrás de su amiga, que era un poco más grande que
ellas. Las dos hormigas no respondieron. –Vaaale, bueno, eh… Mis amigas y yo
nos preguntábamos si nos podríais dejar pasar un segundo a la sala porque es
que veréis, resulta que las cáscaras…
-No.
Las tres hormigas levantaron sus antenas.
-¿No? ¿Cómo que no? –ante la negativa las gemelas agacharon
sus cabezas y se fueron lentamente por el pasillo. Una de ellas comenzó a hacer
pucheros y su amiga le acarició la cabeza.
Nuestra hormiga no se movió del sitio. –Quiero entrar.
Dejadme pasar.
Las gemelas se giraron y vieron a su buena amiga con el
pecho alzado señalando con las antenas a las guardianas. Y no solo las gemelas,
todas las hormigas que se encontraban en el pasillo se quedaron mirando la
escena.
Una de las guardianas se acercó lentamente a la hormiga
moviendo sus pinzas hasta llegar a un palmo de ella. –A esas no les importa lo
que haya o deje de haber aquí dentro y no van a entrar. –la guardiana elevó aún
más el pecho y empezó a dar pequeños golpes con las antenas a la hormiga –Y tú
tampoco.
Eran pocas las veces que se veía un enfrentamiento en la
colonia y la tensión del momento lo sintieron absolutamente todas y cada una de
las hormigas.
-Yo he recogido parte de lo que hay ahí dentro y tengo
derecho a entrar como he hecho miles de veces antes –alzó el pecho hasta llegar
a la misma altura que la guardiana. Sabía que no merecía la pena ponerse así
por no poder entrar en la sala, podrían entrar otro día, pero no le había
gustado la manera en la que su compañera le había hablado y no estaba dispuesta
a dejar que la guardiana no le dejara pasar. No señor.
-Bueno, creo que no pasa nada por no entrar ¿verdad? –una de
las gemelas empujaba a su amiga hacia atrás –No importa. Ahora podemos volver
cada una a nuestras cosas porque estamos todas muy ocupadas ¿no es cierto compañeras?
–miraba al resto de hormigas que empezaron a moverse y a seguir a sus
quehaceres. La hormiga relajó sus antenas y se fue de la mano de la gemela por
el pasillo. La guardiana volvió a su puesto en la puerta.
-¿Qué haces? –susurró la hormiga –Estábamos a punto de
entrar.
-¿De entrar? ¡Casi te arranca la cabeza!
-¡Ha sido muy guay! –le dijo la gemela que minutos antes
estaba a punto de llorar – ¡Tenemos que hacer esto más veces!
-¿QUÉ?
-Pero nos lo tienes que decir antes porque necesito
prepararme mentalmente. Yo jamás me habría enfrentado a las guardianas, pero si
me lo dices con antelación me preparo una coreografía de kárate y las dejo
muertas compañera. Les hago así y así y… ¡Así! – dio un cabezazo al aire.
-Yo no quería enfrentarme a ella –dijo la hormiga –pero no
me gustó la manera en que me habló, ¿visteis cómo me habló? ¡Ni que fuera de
otro hormiguero!
Las gemelas asintieron. Las tres amigas llegaron al piso 22
y se sentaron en su esquina.
-Todas las hormigas saben qué ha pasado. Ahora todo el mundo
sabe que hemos querido entrar en la sala. Si os soy sincera, estoy un poco
avergonzada. Nunca había intentado hacer nada así. –la gemela agachó las
antenas.
-Yo creo que nadie va a saber que hemos sido nosotras.
Míranos ¿tú me distinguirías si ahora mismo me metiera en el piso 3? –la
hormiga se señalaba a su cara y a la de la gemela sentada a su lado.
-A lo mejor sí que podría si me concentro mucho. Además tú
eres más grande que nosotras eso reduciría mi búsqueda.
-Claro así es mucho más fácil.
-Reducirías la búsqueda a… -la gemela contaba con los dedos
– solamente… a la mitad de la colonia.
Las hormigas reían pero no dejaban de sentir la tensión que
había habido durante el enfrentamiento.
-¿No sentís como si quisierais pegar un puñetazo a alguien?
Nos has pegado tu mal rollo.
-No, no, yo lo siento también. –la hormigas investigaron por
las galerías. Pasaba algo raro y toda la colonia lo sentía. Se oía el
movimiento de las antenas por todo el hormiguero. Incluso algún abrir y cerrar
de pinzas.
De pronto, silencio.
Las hormigas se miraban entre sí, algunas alzaban el pecho
al respirar más de lo normal con actitud amenazante. Escuchaban.
Unos pasos empezaron a distinguirse en el silencio. Iban
acercándose más y más. Se localizaban al otro extremo del parque, en la montaña
de madera.
Las hormigas obreras se volvieron locas. Algunas empezaron a
correr hacia los pisos más bajos para poner en un lugar seguro a las larvas,
otras iban para arriba y para abajo sin rumbo por la tensión que sentían en sus
antenas. Las gemelas comenzaron a hacer más galerías con otras compañeras.
La hormiga sintió la necesidad de salir a recoger comida. No pensaba con
claridad, solo sentía el impulso de salir y recoger comida para sus compañeras.
Empujando a todas las hormigas que se le ponían por delante
consiguió llegar al pasillo central justo cuando unas enormes antenas
aparecieron. La reina, tres veces más grande que ella, se dirigía hacia la
superficie.
Algunas soldado estaban situadas alrededor de la entrada del
hormiguero. En cuanto salió la reina alzaron el pecho y elevaron sus antenas
hacia el otro lado del parque.
Una fila de hormigas pasaba bajo la montaña de madera hacia
un árbol.
La reina alzó el pecho y abrió sus mandíbulas.
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