domingo, 11 de septiembre de 2016

2. Cáscaras de pipas



Las hormigas salieron de su casa en el piso 22 sin perder un segundo. Tenían tantas ganas de llegar a las cáscaras de pipas que por los pasillos, algunas de sus compañeras les preguntaban adónde iban con tanta prisa.
-¡Luego te cuento! –contestaba una de las hormigas gemelas sin perder de vista a sus amigas que iban tan rápido que le era difícil seguirlas.
Al final llegaron a la puerta de la sala del piso 23 donde estaban dos hormigas custodiando la entrada.
-¿Qué vamos a hacer? ¿Nos van a dejar pasar sin más?
-Dejadme hablar a mí –dijo nuestra hormiga. Aquellas eran compañeras suyas y, aunque eran más grandes y tenían la cara avinagrada, seguro que no tendrían problema en dejarles pasar un minutito para oler las cáscaras.
-¡Hola muy buenas! ¿Cómo estáis? –Las gemelas agacharon sus antenas y se escondieron detrás de su amiga, que era un poco más grande que ellas. Las dos hormigas no respondieron. –Vaaale, bueno, eh… Mis amigas y yo nos preguntábamos si nos podríais dejar pasar un segundo a la sala porque es que veréis, resulta que las cáscaras…
-No.
Las tres hormigas levantaron sus antenas. 
-¿No? ¿Cómo que no? –ante la negativa las gemelas agacharon sus cabezas y se fueron lentamente por el pasillo. Una de ellas comenzó a hacer pucheros y su amiga le acarició la cabeza.
Nuestra hormiga no se movió del sitio. –Quiero entrar. Dejadme pasar.
Las gemelas se giraron y vieron a su buena amiga con el pecho alzado señalando con las antenas a las guardianas. Y no solo las gemelas, todas las hormigas que se encontraban en el pasillo se quedaron mirando la escena.
Una de las guardianas se acercó lentamente a la hormiga moviendo sus pinzas hasta llegar a un palmo de ella. –A esas no les importa lo que haya o deje de haber aquí dentro y no van a entrar. –la guardiana elevó aún más el pecho y empezó a dar pequeños golpes con las antenas a la hormiga –Y tú tampoco.
Eran pocas las veces que se veía un enfrentamiento en la colonia y la tensión del momento lo sintieron absolutamente todas y cada una de las hormigas.
-Yo he recogido parte de lo que hay ahí dentro y tengo derecho a entrar como he hecho miles de veces antes –alzó el pecho hasta llegar a la misma altura que la guardiana. Sabía que no merecía la pena ponerse así por no poder entrar en la sala, podrían entrar otro día, pero no le había gustado la manera en la que su compañera le había hablado y no estaba dispuesta a dejar que la guardiana no le dejara pasar. No señor.
-Bueno, creo que no pasa nada por no entrar ¿verdad? –una de las gemelas empujaba a su amiga hacia atrás –No importa. Ahora podemos volver cada una a nuestras cosas porque estamos todas muy ocupadas ¿no es cierto compañeras? –miraba al resto de hormigas que empezaron a moverse y a seguir a sus quehaceres. La hormiga relajó sus antenas y se fue de la mano de la gemela por el pasillo. La guardiana volvió a su puesto en la puerta.
-¿Qué haces? –susurró la hormiga –Estábamos a punto de entrar.
-¿De entrar? ¡Casi te arranca la cabeza!
-¡Ha sido muy guay! –le dijo la gemela que minutos antes estaba a punto de llorar – ¡Tenemos que hacer esto más veces!
-¿QUÉ?
-Pero nos lo tienes que decir antes porque necesito prepararme mentalmente. Yo jamás me habría enfrentado a las guardianas, pero si me lo dices con antelación me preparo una coreografía de kárate y las dejo muertas compañera. Les hago así y así y… ¡Así! – dio un cabezazo al aire.
-Yo no quería enfrentarme a ella –dijo la hormiga –pero no me gustó la manera en que me habló, ¿visteis cómo me habló? ¡Ni que fuera de otro hormiguero!
Las gemelas asintieron. Las tres amigas llegaron al piso 22 y se sentaron en su esquina.
-Todas las hormigas saben qué ha pasado. Ahora todo el mundo sabe que hemos querido entrar en la sala. Si os soy sincera, estoy un poco avergonzada. Nunca había intentado hacer nada así. –la gemela agachó las antenas.
-Yo creo que nadie va a saber que hemos sido nosotras. Míranos ¿tú me distinguirías si ahora mismo me metiera en el piso 3? –la hormiga se señalaba a su cara y a la de la gemela sentada a su lado.
-A lo mejor sí que podría si me concentro mucho. Además tú eres más grande que nosotras eso reduciría mi búsqueda.
-Claro así es mucho más fácil.
-Reducirías la búsqueda a… -la gemela contaba con los dedos – solamente… a la mitad de la colonia.
Las hormigas reían pero no dejaban de sentir la tensión que había habido durante el enfrentamiento.
-¿No sentís como si quisierais pegar un puñetazo a alguien? Nos has pegado tu mal rollo.
-No, no, yo lo siento también. –la hormigas investigaron por las galerías. Pasaba algo raro y toda la colonia lo sentía. Se oía el movimiento de las antenas por todo el hormiguero. Incluso algún abrir y cerrar de pinzas.
De pronto, silencio.
Las hormigas se miraban entre sí, algunas alzaban el pecho al respirar más de lo normal con actitud amenazante. Escuchaban.
Unos pasos empezaron a distinguirse en el silencio. Iban acercándose más y más. Se localizaban al otro extremo del parque, en la montaña de madera.
Las hormigas obreras se volvieron locas. Algunas empezaron a correr hacia los pisos más bajos para poner en un lugar seguro a las larvas, otras iban para arriba y para abajo sin rumbo por la tensión que sentían en sus antenas. Las gemelas comenzaron a hacer más galerías con otras compañeras.
La hormiga sintió la necesidad de salir a recoger comida. No pensaba con claridad, solo sentía el impulso de salir y recoger comida para sus compañeras.
Empujando a todas las hormigas que se le ponían por delante consiguió llegar al pasillo central justo cuando unas enormes antenas aparecieron. La reina, tres veces más grande que ella, se dirigía hacia la superficie.

Algunas soldado estaban situadas alrededor de la entrada del hormiguero. En cuanto salió la reina alzaron el pecho y elevaron sus antenas hacia el otro lado del parque.
Una fila de hormigas pasaba bajo la montaña de madera hacia un árbol.
La reina alzó el pecho y abrió sus mandíbulas.

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