domingo, 18 de septiembre de 2016

3. Cáscaras de pipas



La reina entró de nuevo en el hormiguero directa hacia su celda en el piso más bajo de todos, el piso 84.
Las hormigas que encontraba a su camino alzaban el pecho en señal de respeto y ella movía sus antenas. Sus pequeñas serían capaces de hacer cualquier cosa por ella.
Eran una enorme familia. De entre todas las que eran todavía quedaban algunos de sus hermanos. Todas sabían perfectamente cuál era su función y si alguna fallaba en su cometido siempre habría otras que la ayudarían. Ninguna jamás se encontraría sola.
Excepto la reina, que sentada en su enorme celda en el piso 84 no podía quitarse la imagen de aquella enorme colonia cruzando por su parque como si tal cosa. Aquellas asquerosas hormigas venían de vete a saber dónde a ensuciar su parque con su asquerosa presencia. Iban todas en fila hacia el árbol más allá de la montaña de madera como si hubiera sido suyo de siempre y no podía permitirlo. Si venían esas podían venir más y no estaba dispuesta a compartir su comida ni su territorio. Compartir la comida que con tanto esfuerzo recogían. Compartir el parque, compartir su casa. ¡No podía permitirlo!

-Malika ¿puedo pasar? –una hormiga soldado esperaba pacientemente en el pasillo.
-Sí… sí, claro, adelante –la reina intentó cerrar sus mandíbulas pero no pudo y la soldado se quedó prudentemente alejada de ella.
-Al ver que no salías de tu celda me he tomado la libertad de ir con mi grupo y algunas exploradoras a investigar la colonia del árbol. –Malika miró fijamente a la soldado. -¡Llevas aquí una hora sin decirnos nada! ¡Las hormigas están nerviosas, nunca habían sentido otra colonia tan cerca!
Mientras hablaban se oía al resto de la colonia ir de aquí para allá sin ton ni son. En el piso de arriba unas cuantas larvas lloraban sin parar.
A Malika se le rompía el corazón al escuchar a sus bebés llorando, eran tan pequeñas.
-¿Qué habéis visto? ¿Qué tienen? ¿Qué buscan? ¿Qué?
-Son más grandes que nosotras y nos superan en número. No llegamos a ver a la reina, suponemos que está dentro del árbol protegida por soldados.
Malika daba vueltas por la celda. Estaban perdidas. -¿Y si no tienen reina? A lo mejor se están estableciendo en el árbol para sentirse más seguras o puede que quizá solo hayan venido a recoger algo de comida y luego seguir su camino o quizás estén perdidas.
-Se quedan. –la reina se agarraba de las antenas –Malika, tenemos que aprovechar ahora que no están establecidas todavía y no conocen el parque. Si atacáramos ahora…
-¡NO! ¡Si son más que nosotras solo tendríamos que esperar unas semanas! Las larvas crecerán y podremos superarlas.
-¡Ellas se multiplican también! ¡No podemos esperar! –La soldado agarró a la reina por los hombros –Mírame –la reina miraba al techo desesperada -¡MÍRAME!
-No puedo dejar que mueran así. No puedo dejar que las maten, Lasalle. Tengo que protegerlas.
La soldado soltó lentamente a la reina y miró al suelo.
La reina alzó el pecho -¿Qué ha pasado? Mírame a la cara ¿qué no me has contado?
Lasalle tragó saliva y sin atreverse a mirar directamente a su reina recitó:
-Por cada soldado han ido dos exploradoras. Nos hemos distribuido en grupos de nueve para llegar al árbol. A pesar de todas las precauciones hemos sido descubiertas. Son más grandes que nosotras y nos superan en número. Han acabado con 47 compañeras. No llegamos a ver a la reina, suponemos que está dentro del árbol protegida por soldados. Hemos prohibido a las demás hormigas salir del hormiguero por su seguridad.
-¡PERO QUÉ HAS HECHO! –Malika empezó a llorar y toda la colonia paró de moverse. Sus pobres pequeñas asesinadas por aquellas asquerosas extranjeras. Lasalle avergonzado no se atrevía a mirar a su reina.
-Perdón, ¿puedo pasar? –una hormiga esperaba en el pasillo.
Lasalle salió de la celda y vio a nuestra hormiga sentada en la puerta –Necesito hablar con la reina.
La soldado le indicó que entrara y se marchó.
–Hola ¿cómo está? –Malika se encontraba de espaldas a ella y ni se movió al escucharla. –Verá, yo… Bueno yo me encargo de la recogida de las cáscaras de pipas y si no salgo se van a quedar allí y se van a echar a perder.
Malika estaba impresionada. Acababa de perder a 47 de sus hijas y esa hormiga solo estaba preocupada por unas cáscaras de pipas. Se dio la vuelta y la vio ahí plantada, tan pequeña.
Nuestra hormiga no sabía muy bien si seguir hablando porque la reina estaba como ida y no estaba segura de si la estaba escuchando. –A lo mejor no es buen momento para hablar de las pipas… -estaba dispuesta a irse cuando Malika se acercó a ella y le dio un abrazo.
Durante unos segundos nuestra hormiga se sintió las más afortunada del mundo, pero de pronto las mandíbulas de su reina se abrieron y nuestra hormiga se quitó de en medio segundos antes de que la embistiera.
Malika salió de su celda justo antes de que llegara Lasalle –La reina quiere hablar contigo.
Enfurecida fue directa a la salida de su hormiguero seguida por todos los soldados.

En el exterior una hormiga un poco más grande que ella acompañada por algunos soldados la esperaban.
Malika preguntó en voz muy alta para que todas las hormigas que se encontraran en el parque pudieran oírla -¿Quién es la reina?
La líder de la colonia del árbol sonreía mientras algunas soldados del hormiguero salían del suelo abriendo y cerrando sus mandíbulas.
Antes de que pudiera responder, Malika embistió a la líder del árbol y dos soldados salieron en su defensa. Arrancó la cabeza de uno y atravesó un ojo de otro. Le dio una bofetada a la líder del árbol, la agarró de una antena y tiró de ella hasta dejarla a su altura -¡YO LO SOY!

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