-¿Para qué crees que nos van a servir las cáscaras?
Lasalle miró la pipa que llevaba su compañera -Le
contaremos a la reina para lo que las hemos utilizado y quizás ella sepa darles
uso en la batalla que se avecina.
Nuestra hormiga se quedó paralizada en cuanto escuchó
la palabra batalla y Lasalle entró en el hormiguero directo al piso 84 con sus
dos pipas a la espalda.
Todas miraban extrañadas a la soldado y cuando ésta
llego hasta lo más hondo del hormiguero dejó con cuidado las cáscaras frente a
la reina.
-He encontrado a la compañera perdida y hemos llegado
sanas y salvas a casa.
-Ya lo sé. -La reina miraba con atención las cáscaras.
Hubo un silencio que ninguno de los dos fue capaz de
romper hasta que la reina se acercó a una de las cáscaras y la golpeó con las
antenas.
-Nos han protegido.
Malika soltó una carcajada.
-¡Es verdad! Casi nos descubren. Resulta que cuando
llegué la hormiga estaba seleccionando algunas y nos las pusimos encima para
escondernos porque sus exploradoras también repararon en ellas y…
Malika comenzó a reírse aún más y más. Hasta se cayó
encima de una cáscara mientras se sujetaba las antenas. Reía con todas sus
fuerzas y Lasalle no sabía si seguir contando la historia porque a la reina
parecía no importarle en absoluto.
-¿Te estás riendo de mi?
La reina volvió en sí y se levantó del suelo -No, no
me estoy riendo de ti, lo siento mucho. -volvió a reírse.
Lasalle enfadado apretó los puños -¡No te importa que
haya encontrado algo que pueda ayudarnos! ¡Estamos a punto de entrar en guerra
con unas hormigas que nos superan en todo y tú te estás riendo! ¡Por qué te
estás riendo! ¡Para de reírte!
Malika con las pinzas abiertas se acercó lentamente a
Lasalle y le acarició la cara con las dos patas.
Estaban tan cerca. Lasalle nunca había estado tan
cerca de su reina y la adoraba tanto que no le importaba si le arrancaba la
cabeza en ese momento con sus maravillosas pinzas.
-¿Las…has…visto? -dijo Malika en un susurro.
-¿Qué?
-¿Las has visto? -Malika cogió de las patas a
Lasalle. Estaba temblando.
-Pues claro que las he visto. Las he visto y he visto
cómo luchan, son peligrosas Malika, con el aguijón ese son impredecibles.
Seguro que ya han establecido a la colonia, aunque cuando fuimos estaban
perdiendo tiempo en…
Lasalle paró de hablar. No podían haber sido tan
estúpidas. No podían haber sido tan rematadamente estúpidas, si aquellas
hormigas eran…
-Son rojas...
-Son rojas. -Malika comenzó a reírse de una manera
endiablada
-¡Son rojas! -Lasalle reía también -¿Cómo no nos
hemos dado cuenta?
-Eso te pasa por ir por ahí sin haber establecido
ningún contacto antes. Eres una hormiga estúpida.
La reina volvió a golpear las cáscaras de pipas y
Lasalle paró de reir.
Nuestra hormiga llegó al piso 84 con su cáscara de
pipa a la espalda -Lo siento por no bajar enseguida, es que tenía que enseñarle
la pipa a unas compañeras que… -Malika sin hacerle ningún caso se sentó en el
fondo de la habitación. -Voy… voy a dejarla aquí también, sí.
La hormiga dejó la cáscara y se colocó al lado de
Lasalle.
-Huelen bien. -dijo la reina.
Nuestra hormiga estaba tan contenta de que su reina
dijera eso de sus preciadas pipas que no pudo evitar dar un par de saltitos.
-Si ¿verdad?
-Dejadlas afuera.
Lasalle cogió sus dos pipas y la exploradora arrastró
la suya entristecida porque la reina las había rechazado.
La soldado volvió a la celda enseguida y nuestra
hormiga, a punto de llorar, dejó con cuidado su pipa en el pasillo
acariciándola con sus antenas.
De pronto una sombra sobre ella la hizo girarse
rápidamente, una preciosa hormiga alada se había acercado a la cáscara y la
toqueteaba con sus majestuosas antenas. -Huele muy bien ¿la has encontrado tú?
La hormiga atónita ante las magníficas alas de su
compañera asintió con la cabeza.
-Un gran descubrimiento, si señora. Estamos muy
orgullosas de contar con hormigas como tú en la colonia. -La hormiga alada le
acarició la cabeza. -Sigue así.
Nuestra hormiga no le quitó los ojos de encima hasta
que se perdió entre las galerías superiores. Cuando volvió en sí estaba rodeada
de otras compañeras que se habían acercado a examinar las cáscaras de pipas.
-Huelen bien. -se oía murmurar a una.
-Creo que las he visto antes… -decía otra.
-¡Están en el piso 23!
Las hormigas curiosas no paraban de olisquear y de
golpearse con sus antenas bajo la atenta mirada de Lasalle.
Malika fue lentamente hacia sus hijas que la hicieron
un amplio hueco hasta llegar a una de las cáscaras de pipas y comenzó a
golpearla con sus antenas.
Las hormigas más pequeñas se miraron entre ellas,
comenzaron a temblarles las patas y abriendo y cerrando las pinzas reían
desquiciadas. Las soldados daban pequeños saltos hacia delante y atrás y se
embestían amistosamente entre ellas.
Un murmullo invadió la colonia -Son rojas… son rojas…
Malika cogió la cáscara y se la entregó a la
exploradora. -No saben quiénes somos. -las risas de las obreras se oían por
todo el hormiguero.
Nuestra hormiga cogió la pipa y fue directa hacia el
piso 23 seguida de todas sus compañeras.
Malika se metió en su celda, cogió un pedazo de
gominola, lo partió por la mitad y se lo ofreció a Lasalle.
La soldado sonrió, se comió la gominola y se fue con
sus compañeras.
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